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martes, julio 01, 2008

Yesterday, I had a dream...

Anoche tuve una pesadilla, soñé que era Cardeñosa y fallaba un gol sin portero que nos echaba del Mundial 78; después de ese fallo, ya llevaba puesta la camiseta de Arconada en 1984 y lo paraba todo, hasta que se me hacía un agujero en el cuerpo en el balón más fácil tras una falta de Platini, mientras los dioses Poli Rincón y Camacho me intentaban consolar, aunque lloraban casi más que yo.
Acuciado por el calor sofocante mejicano, me decidí a ser Eloy Olaya en 1986, y el belga Jean Marie Paf, me paró el último penalti…otra vez.
Decidí batir el record de partidos inútiles con la Selección y entonces me llamaban Andoni Zubizarreta, consiguiendo una vez más hacer perder a mi país Mundial tras Mundial sin parar un solo balón.
Y así me transformaba, como un camaleón en celo, en Luis Enrique, con la cara teñida de sangre, y en Raúl o Joaquín, fallando el sempiterno penalti en una gran cita…
En ese momento, descubrí que era mi pesadilla, y que sólo yo podía transformar ese sueño, así que me teñí el pelo de canas, y convoqué a la mejor selección posible, llena de buenos jugadores, sin estrellas innecesarias; decidí, en el momento preciso, ponerme un poco de gomina, ser bajito, y dar un sensacional pase de gol; yo mismo, más alto y con el pelo más rubio, llegué a ese balón imposible, sacando 5 metros al defensa en una carrera llena de una velocidad inalcanzable y una potencia brutal, y yendo a mil por hora, tener la suficiente pausa para impulsar la pelota suavemente por encima del portero alemán. Y sólo yo, que para eso era mi sueño, decidí que ese balón iba a entrar, que sí, porque ya era hora, porque me lo merecía.
En ese preciso instante, me desperté con lágrimas resbalando por mi mejilla, sin haber cortado cebolla. Cada lágrima llevaba una camiseta distinta, una era de Santillana, otra de Gordillo, otra de Maceda, de Juan Señor, de Pablo, de Jose Luis, de Alberto, de Nacho, Gabi y Pol, de cuarenta y cinco millones de españoles…pero todas las camisetas de las lágrimas tenían un denominador común: eran rojas, como el color de la felicidad suprema.

1 comentario:

Anónimo dijo...

yo tuve el mismo sueño, al final acababa en una fuente publica