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miércoles, octubre 15, 2008

Eros Poli: el gigante contra el gigante


Corria el Tour 1994 y era una etapa clave, los organizadores habían puesto el Mont Ventoux (el monte pelado) como puerto clave. Todo el recorrido anterior al puerto era llano.
Eros Poli había atacado solitariamente y llevaba a pié de puerto 22 minutos de ventaja al pelotón, después de ir escapado y llaneando largo rato.
Normalmente, una ventaja así hubiera bastado para asegurarse el triunfo. Pero quedaba el temible y terrible Mont Ventoux. Además, el italiano era un ciclista diferente, especializado al extremo en ser el lanzador de Cipollini en los sprints, ya que medía ¡dos metros! y pesaba mucho. Así que pueden imaginarse lo que le costaba subir los puertos.
A mitad de puerto, todavía entre el bosque, El Sr. Poli daba muestras de un cansancio abrumador. Por detrás, el mejor escalador del mundo, Marco Pantani, rompía el pelotón en mil pedazos e iba recortando la ventaja a pasos agigantados.
El Monte Pelado se llama así, porque en sus últimos kilometros cambia el paisaje debido a la altura, y pasa a ser una montaña sin un solo arbusto, dando la impresión de estar en la superficie lunar; es espectacular. Al estar despejado y a gran altura , el viento azota siempre de cara, haciendo mucho más dura la ascensión.
Eros Poli, desesperado y reventado, subía haciendo eses, como un servidor en sus mejores(peores) tiempos. La imagen era desoladora, pasando al lado del monumento a Tom Simpson (ciclista fallecido a tres km de alcanzar la cima en el Tour de 1967), echándose botellines enteros encima para saciar el cansancio eterno (la foto es de ese momento).
Cuando cambiaban la imagen, el pedaleo de Pantani era ágil y ligero, y todavía daba más sensación de lentitud en los movimientos de Eros.
Aunque soy partidario de que las etapas de montaña las deben ganar escaladores, en ese momento deseé que Eros triunfara. Era la osadía del gigante contra otro gigante descarnado: el Mont Ventoux, el desafío a las leyes de la física.
Al final del puerto, había perdido 21 minutos de los 22, pero un descenso a tumba abierta hizo que tuviera tiempo en el último kilometro de saludar a todo el mundo, llorar, bendecir a todos los santos y, sobre todo, levantar los brazos gritando: ¡¡¡Victoria!!!
Pd: dedicado a mi gran amigo Paul; espero que esta historia te motive en tu retorno a las dos ruedas.