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jueves, abril 23, 2009

El entierro de León



Frac, chistera y pajarita en el entierro de su amigo. Las plañideras observan con mirada asesina la ocurrencia de Jonan. ¡Qué desfachatez!¡qué desverguenza!, se oye, mientras el cura ofrece sus primeras palabras cargadas de monotonía.
Jonan se levanta y se descubre la cabeza en un gesto propio del siglo XIX:
-perdone, señor sacerdote, ¿podría decir unas palabras?
El cura le mira a la chistera. Algo atónito, le permite coger el micrófono ante el susurro del respetable.
- Amigos, familiares y demás gente, gentuza y aves de mal agüero. He venido aquí para despedir a León; tal y como se merece, a lo grande. A la mitad de los que han venido hoy, León seguramente les escupiría y a la mitad de la otra mitad no les ha visto en los últimos cinco años. Pero debían venir a hacer el paripé, así que ya se pueden ir a su guarida.
Nadie de los presentes movió un solo dedo de la sorpresa.
En ese momento, Jonan sacó un Kalashnikov del propio ataúd, y apuntó hacia la muchedumbre:
-Desde que León enfermó, estoy haciendo cursillos de armas y explosivos. Estoy bien preparado, y quiero que se levanten todos los que han venido a hacer de llorones sin buenas intenciones. León y yo hicimos una lista antes de morir, así que, el que no se levante, teniendo que hacerlo, será inmediatamente acribillado.
Las plañideras se acurrucaron, sin levantarse, y Jonan dio un tiro al aire. En ese momento, comenzó a salir la gente, de manera ordenada (sorprendentemente).
En el momento final, quedaron siete personas: los padres del finado, Jonan, la chica de la barra de strip-tease que solía visitar los lunes, dos amigos más y la chica de la limpieza de la empresa donde trabajó León.
Todos ellos se acercaron a Jonan y se fundieron en un cálido abrazo junto al féretro, mientras, de fondo, sonaban las sirenas de la Policía local.

Hampster

No hay resquicio voluntariamente abierto. El cubículo permanece cerrado, mientras el hampster dá vueltas en su ruleta de plástico, desarrollando musculatura y fortaleciendo el pensamiento. Tan sólo se abre el rescipiente media hora diaria para airear cuerpo, mente y aparato reproductor. Esa media hora es libre, pero teme todo lo de fuera, por que lo que conoce no le gusta, y lo que no conoce, tampoco, a priori.
Querría perderse en desiertos llenos de ruletas idénticas, para tener la impresión de ser libre, pero repetir actos uniformes aparentemente elevados al cuadrado, al cubo, y, así, sucesivamente. Siempre con arena fina debajo para no hacerse daño al caer, porque le gusta experimentar pero con red, como el funambulista al que le quedan tres meses para jubilarse.

viernes, abril 10, 2009

Mitificaciones: Ramón Trecet

Ramón Trecet García (San Sebastián, 1943). Periodista deportivo con mayúsculas imperiales. Toda mi generación le comenzó a conocer en sus históricas retransmisiones de la NBA a horas intempestivas que hacían de los mejores jugadores de baloncesto de todos los tiempos auténticos superhéroes. Además tiene ese toque de ironía maravilloso. Aún me acuerdo cuando machacaba Karl Malone y él decía : ¡¡Ding-Dong, el cartero siempre llama dos veces, señores!!
Posteriormente pasó a jefaturas de oficina de RTVE, poniendo al infumable Pedro Barthe en las retransmisiones, un tipo que no existe en un mundo que no es real.
Le teníamos perdida la pista, hasta que comenzó a aparecer en las tertulias de Ondacero in the night para poner la mejor puntilla a cada comentario. Mientras, seguía con un pograma en Radio3 de músicas étnicas y bastante extrañas, por cierto, que tan sólo escuché dos veces.
Hasta que ha llegado la etapa actual en la que se prodiga en RadioMarca, donde deberían hacerle una reverencia cada vez que habla, y un blog muy seguido y prestigioso.
Además, se está introduciendo en los debates políticos nocturnos en VEO TV, donde les dá mil vueltas a todos. ejemplo: el otro día hablando de la crisis y el gobierno, dos periodistas hablando, uno, defendiendo las tesis del pp y otro, del Psoe (viva la independencia de los medios). A lo que él hizo un comentario grandioso , a la par que extraño:
-¿sabeis quien era el general en la zona de Pearl Harbour antes del bombardeo?
Los otros, flipando:
-Ramón, no te sigo en tu planteamiento.
-Pues ahora me pillas, Ramón, no lo recuerdo.
En ese momento, Don Ramón Trecet tampoco se acordó de quién era el tal General, y la conversación se diluyó por el moderador que no le hizo el caso que debiera.
Pero a lo que voy es que siempre pone el punto flemático, descreído, inteligente, y abrumadoramente realista que hace que los demás comentarios queden a la altura del barro.
Por todo ello, y mucho más , queda mitificado.

Pd: Creo que su teoría respecto al general era que nadie se acuerda de las personas que están antes de las crisis, sino de las personas que sacan a los países de las crisis. Así, todo el mundo se acuerda de Eissenhower, por ejemplo, y nadie del tipo que comandaba Pearl Harbour.