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miércoles, enero 28, 2009

Honor: personal e invisible


Amanece en el cuarto cinturón, 8:30 a.m., la fiel torre mudejar en la lejanía, y salgo con mi bicicleta dispuesto a todo. Cuando digo todo , me refiero a sudar el maillot, dejar atrás los problemas, y disfrutar de la sensación de libertad que dá la máquina a pedales.
Tras una hora y media de pedaleo, comienza el puerto y comienzo a dar cabezadas. Los años de experiencia (o inexperiencia) me han hecho dejar de mover tanto la bici(estilo Escartín), para pasar a tirar de riñones: estilo Ullrich (ya me gustaría).
Como era de esperar, otros ciclistas me pasan a un ritmo superior, y poco a poco se escapan de mi rueda , pero he decidido que el señor con barba que me ha pasado con maillot del Mercatone Uno no me va a dejar. No, porque mi honor está en juego.
Le dejo marchar tres metros para que no me catalogue de bicho chuparuedas. Es una contrarreloj individual. Él siente mi aliento, pero sabe que no puede cejar en su empeño, porque también tiene su honor.
Cada curva es una pequeña gloria, por el descansillo y por la menor distancia para la cima. Me abro el maillot, bebo agua, y me limpio la baba. Comienza a flaquear y pienso que es el momento de dar el golpe definitivo. Sin ataques, sin estridencias (mi poderío físico no dá para lujazos) avanzo esos tres metros y me pongo a la par; una mínima mirada sin palabras hace que los dos sepamos que nuestro orgullo está en juego. Intento dar un pequeño impulso, avanzando los metros suficientes para que no coja rueda.
Ahora cambian las tornas, yo soy el que siente el aliento, pero es el momento mágico, el instante en que miro mi maillot, y sólo veo un maillot jaune de líder, miro hacia abajo y no veo piernas peludas, sino gemelos bien definidos en tensión.
Por fin veo el final del puerto, y miro hacia atrás disimuladamente, observando que ha quedado atrás , pero no tanto como yo pensaba. En el descenso me adelanta, pero él y yo sabemos que la minietapa había acabado en la cumbre.
El honor personal ha sido cubierto; ni se ve, ni se puede palpar, pero se siente tan grande como la Marmolada.

5 comentarios:

Avan dijo...

La última vez que tuve un pique de esos acabé vomitando en la cima...jejje, cuestión de honor.

¡Un saludo!

JL Gracia dijo...

"Quien se impacienta puede acabar siendo un presa fácil del fracaso. escúchalo. En mi trabajo no se admiten vagos, cuando atentábamos ciudades siempre vigilábamos,
cuando escuchábamos los pasos del inoportuno, apréndelo.
Golpes que nunca van de refilón, recíbelos. Son los recibos que te pasa el tiempo, págalos.
Ven y compruébalo, son Hombres de honor"

HABLANDO EN PLATA "HOMBRES DE HONOR"

-No hay mayor satisfacción interior que la de tener honor y sentirse orgulloso de algo, superarnos poco a poco, motivarnos, ponernos metas, por pequeñas que sean y recibir los golpes que el camino nos de. Cuanto más grande el problema, mayor será la solución. Esa es la mentalidad. Me ha encantado tu post.

Aunque yo soy de los que piensan que el honor a veces es invisible y otras veces tiene que ser visible pr fuerza, para hacerte respetar y demostrarle a los demás tus seguridades, tu fuerza, tu convicción, tus ideales, cualquier jodida cosa que se te ocurra así que el honr es personal y a veces necesariamente visible. Un abrazo

*Publicidad gratuita:

laspelisquevesibenik.blogspot.com

piquers dijo...

mitificador.blogspot libre ya!!!!

El maestro golpeador dijo...

Libertad, libertad, para libertad la de Cuba, o la de Corea del Norte, o la de Stalin o la de Chavez, piensa mitificador en que te estas convirtiendo, y si ves que te sale bigote y llevas gafas negras mal camino llevas.

Quiero recordar a un gran ciclista:
Edwin Plankaert

Mitificador dijo...

ohhhhhhhhhhh!!!!del Panasonic. mitico!!!una bestia, menudas patas!!