
Todo el mundo esperaba el ataque de Bugno, por potencial, por clase y por clasificación era lo esperado. Necesitaban sacar tiempo, porque Miguel destrozaba en las cronos. Bueno, más bien, necesitaban un milagro.
Casi no había comenzado la etapa, cuando Chiapucci atacó: de lejos, a lo grande, a más de 100 km, desde los tiempos de Eddy Mercx, no se veía nada igual. Se marchó con un grupeto de diez compañeros de fuga, a los cuales fué dejando uno a uno, en los diferentes puertos que atravesaban, hasta que se quedó solo, lejísimos todavía de la meta.
Mientras tanto, Bugno lo intentó con un ataque de gaseosa, mucha espuma, pero sin emborrachar, luciendo culotte del Gatorade y maillot arcoiris. Ataque elegante , pero inefectivo.
Los comentaristas estaban adelantando ya la pájara de Chiapucci, pero ésta no llegaba.La ventaja en la general de Indurain no peligraba del todo, pero, sobre todo, Chiapucci estaba dando una lección al mundo entero, la lección del coraje y la valentía. Morir con las botas puestas.
Indurain, el impasible, se limitaba a esperar. Todo un equipo (Banesto) frente a un hombre. La cruda realidad frente a la locura del sueño.
El último puerto fué una sucesión de acontecimientos: Bugno se quedó, reventado, del pelotón, Indurain atacó y se fué solo y parece que iba a alcanzar a Claudio.
Chiapucci ya no aspiraba a meter diferencias, sino a completar su heroica gesta con una victoria.
Cuando parecía que todo el esfuerzo iba a ser en vano, Miguelón tuvo una pájara en el último km de la subida, y no logró alcanzar a Chiapucci, que llegó, completamente exhausto, llorando, con todo el mundo puesto en pié y aplaudiendole completamente entregado.
Nunca ganó una gran Vuelta por etapas, pero todos nos acordamos de él, porque representa el poder de los sueños...el poder del corazón.
Pd: toda la historia es de memoria, así que seguro que hay algún detalle erróneo, que mi perturbada mente ha variado. Disculpen, si eso.