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viernes, mayo 23, 2008

El dolor se respeta

El bar de chinos estaba a reventar; el equipo de la localidad se jugaba todo en el último partido. La lluvia retrasaba el partido, y María, la hermana mayor del clan chino, se afanaba en hacinar más mesas en el escaso hueco que quedaba.
Manolo, el hermano pequeño, gritaba: "¿como va el partido del Recre?". Le miré, sorprendido, por su conocimiento de la Liga, mientras él hacía como que trabajaba para que María no le echara la bronca.
María y Manolo eran los nombres ficticios que se ponen los chinos, ya que los reales son demasiados complicados, y así, nos entendemos.
María pensaba en la gran caja que iban a hacer, mientras levantaba a grito pelado a unos visitantes que no habían reservado mesa. Manolo, sin embargo, se contagiaba del sufrimiento colectivo al acercarse el equipo al precipicio.
En ese momento, con el bar abarrotado de gente y un calor de mil demonios, entró Luis. Luis era Inspector laboral y tenía una denuncia de que había chinos sin permiso de trabajo en aquel bar. Le había tocado ir a esa hora y no podía , con todo el dolor de su corazón, ver el partido.
Tras localizar un hueco en la barra, comenzó la siempre tensa primera frase: "Hola, buenas tardes, venía de la Inspección de trabajo...". María comenzó a hablar en mandarín (suponía Luis), y , de vez en cuando, gritaba "¡¡no entiendo, no entiendo!!". Todo ello entre una marabunta de aficionados apiñados gritando frente al televisor y pidiendo consumiciones para aliviar el sufrimiento.
En esos momentos, Luis observaba como los chinos que estaban atendiendo la barra, se estaban escabullendo hacia la salida.
Tras discutir con María, y comenzar a redactar la citación, solicitando la identificación de todos los trabajadores, el partido concluyó, y el equipo local había fracasado. Estaba en segunda. La gente hacía esfuerzos por no llorar, ya que no bajaba un equipo, descendía una ciudad entera.
En ese instante observó como Manolo, con el delantal de cocina que delataba su trabajo, comenzó a llorar desconsoladamente en su hombro.
Luis pensó que lloraba por la sanción que le podía caer al clan familiar, cuando, de repente, comenzó a decir, entre dientes: "Con la plantilla que teníamos..." y "¡jugadores, mercenarios!".
Luis, de improviso, se marchó del bar sin decir nada, y pensó: el dolor se respeta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Grande Contador en la cronoescalada.

Mitificador dijo...

Uf, plan de Corones me daba pánico...madre mía, que puertaco y los militares con el gorro con pluma en las laderas. Contador puso el molinillo y Riccó no ùdo con su cobra...
Veremos al Juez, jurado y ejecutor: Sr. Morti..rolo, con su secretario judicial: el Gavia.