Mi vida transcurría en una casa rural, perdida en la montaña, pero no tan lejos como la del abuelo de Heidi.
Bajaba en bici a comprar al pueblo, con su ultramarinos de toda la vida. En la trasera de la bici llevaba una caja de fruta verde, que hace las veces del carro de la compra.
Cocinaba pasta en cantidades ingentes, porque el entrenamiento en altitud esconde sacrificios extras. En la televisión no existía TDT, ni el i-phone había superpoblado los bolsillos de los conciudadanos, pero sí, había cobertura de móvil con el que saciar mis ansias de vida social.
Debía usar el coche, pero no más de lo necesario; bajaba a la explotación de Pedro Antonio, a ver como iban sus animales. El cerdo parece que está preparado para la matanza. me dá un poco de pena, pero ha vivido bien, al aire libre, y comer y fornicar como rutina diaria, no está tan mal. El jamón promete.
Llaman a la puerta después de comer; es Eustaquio, y su partida de mus diaria. El tapete alimenta otra hora.Los forasteros piden en el casino Bombay Zafir; la mirada del camarero basta para que cambien su opción. sin duda, no era la mejor. En el pueblo hay que aprender nuevas y peculiares formas de humor, si no quieres "Fagocitarte".
Hace frío, parece que va a nevar...ya se acercan los cafres: ataviados con sus esquís, pretenden que su vehículo llegue hasta el sarrio más alto. Humo, humo, tos, tos, tosferina. Contradicción: dejan su dinero y de ello vive el valle. Maldito parné.
La calma nocturna, oscuridad extrema, me hace estar tranquilo, los hábitos rutinarios me relajan y me equilibran. 50 abdominales no estarían mal, mejor mañana, todavía no me he adaptado a la altura.
"Adoptaré formas sencillas, como la Times New Roman;
quemaré todos los ejemplares de la Cosmopolitan..."